Castrillo de los Polvazares (León), un pueblo fosilizado en el siglo XIX, ejemplo de la arquitectura popular maragata.
Castrillo de los Polvazares y la Maragatería
Castrillo de los Polvazares
Castrillo de los Polvazares y la Maragatería
Castrillo de los Polvazares. Municipio: Astorga. Comarca Maragatería. Provincia: León. Com. Autónoma: Castilla y León
Coordenadas: 42°27′54″N 6°07′42″O, Altitud: 872 msnm, Población: 107 hab. (INE 2017)
Pertenece al municipio de Astorga que se encuentra a una distancia de unos 7 km.
Conjunto Histórico-Artístico de alto valor monumental (1980)
Visita: 2016
Castrillo de los Polvazares
Al llegar a Castrillo de los Polvazares por el único acceso, por el lado este, desde una carretera, nos encontraremos con un aparcamiento obligatorio para no residentes, ya que todo el pueblo es peatonal. Pasando por un puente que atraviesa un arroyo, a unos 100 m entramos en el pueblo. La calle hace una curva y ya estamos en la calle Real, una calle longitudinal pero ligeramente sinuoso, de unos 600 m hasta las dos salidas por el oeste, que enlazan con dos caminos, ya que no hay carretera de salida. Pienso que esta sinuosidad debe ser debida a que el pueblo fue creciendo longitudinalmente adaptándose a la forma del camino preexistente.
Hago la visita en el mes de marzo, antes de Semana Santa, cuando aún no ha comenzado de hecho la temporada turística, es un sábado y hay pocos grupitos de turistas, por lo tanto, momento ideal para disfrutar de las vistas del interior del pueblo sin interferencias visuales de gente foránea ni de coches.
A la izquierda se abre una calle, la calle de la Iglesia, de trazado mucho más sinuoso, y que es la segunda calle del pueblo. Como su nombre señala, lleva a la iglesia de San Juan Bautista. En esta esquina un cantante con una guitarra espera recibir alguna moneda de los visitantes (no logro recordar qué tipo de canciones cantaba). Como se puede apreciar en la tercera fotografía, no se ve un alma por la calle.
Todo el pueblo está cuidado y el exterior de las casas muy arregladas, con puertas y ventanas pintadas de colores vivos en contraste con el rojizo de la obra vista de todas las fachadas, como después comentaré. Todas las paredes de las casas son de obra vista con sensación de autenticidad, no como esta moda de hacer aparecer las piedras de las rehabilitaciones «neo-ruralizadoras» de edificaciones antiguas. Todas las casas son de una o dos plantas y no hay ninguna construcción que aparentemente sea posterior al siglo XIX. En este sentido pervive una imagen de cómo era un pueblo popular «auténtico». De hecho es la imagen turística más potente que se promociona.
Para un ciudadano del siglo XXI es una imagen insólita no ver ninguna tienda. De hecho sólo se ven anunciados restaurante u hostales, pero sin terrazas con mesas en el exterior de la calle.
Me crucé con algún turista, pocos, pero con nadie que pareciese aldeano. Todas las grandes puertas cerradas. No recuerdo ninguna abierta.
Con qué sensación me quedé. Con la de un lugar muy bien conservado pero como si fuera un pueblo fosilizado. Una reliquia digna de ver, que aconsejaría que si se presenta la ocasión visitar, pero sin que se pueda captar mínimamente la vida que debía tener los arrieros y sus familias maragatas.
Al final del post he incorporado una reflexión de Pablo Alonso González sobre la toma de conciencia en nuestras visitas turísticas por el patrimonio rural popular que enlaza con esta sensación que intento describir.
El pueblo
Castrillo de los Polvazares formaba parte de la ruta del Camino de Santiago (de la que ahora es una variante) y conectada a la Vía de la Plata. El hecho de ser un pueblo de camino explica su planimetría alargada, desarrollada sobre los dos bordes del camino. Es una forma típica de las poblaciones que han crecido vinculadas al tránsito de un camino o carretera. Podemos decir que son pueblos-calle. Es una forma usual de muchos pueblos crecidos a la sombra del Camino de Santiago
Rompe la linealidad el núcleo construido alrededor de la Iglesia de San Juan Bautista. El edificio es sencillo con una gran espadaña con doble campanario, tipología típica de diversas poblaciones de la comarca.
El hecho de que Castrillo de los Polvazares se mantenga intacto en su forma arcaica lo podemos explicar por tres circunstancias. La más importante, el fuerte descenso poblacional desde el siglo XIX, que ha supuesto el abandono de muchas casas y la no necesidad de nuevas viviendas. Ha ayudado el hecho de que la carretera se construyó por el exterior, dejando el pueblo en un callejón sin salida, con entrada pero sin salida por carretera, y desde el año 1980 la protección estética a que le obliga estar catalogado como Conjunto Histórico Artístico. Este último hecho ayuda a mantener vivo el pueblo con el papel económico y ocupacional que representa el turismo.
Una de las características de este pueblo es que forma parte de la comarca de la Maragatería. Esta comarca se particulariza en que, especialmente entre los siglos XVI y XIX, la actividad económica fundamental se basaba en el transporte de mercancías entre Galicia y el centro (Madrid era un destino destacado) y norte de la Península. Eran conocidos como maragatos (arrieros). Los maragatos se caracterizaban por el uso de una vestimenta muy particular y típica hasta comienzos del siglo XX. No se considera que fueran comerciantes, con excepciones, sino estrictamente arrieros.
Esta actividad económica sobresaliente del transporte, que correspondía a los hombres, se complementaba con la agricultura y la ganadería menor que era tarea de las mujeres, que también debían cuidar de la casa y de la familia.
La base económica actual se sustenta en el turismo y la artesanía. Los principales atractivos turísticos son su arquitectura popular típica y su gastronomía, sobre todo alrededor del Cocido Maragato como distintivo.
El Cocido Maragato es una comida que consta básicamente de la sopa, berza o repollo, patatas, garbanzos y siete variedades de carnes. El tipismo viene redondeado porque el orden de los platos se sirve al revés que la forma de comer de todos los demás cocidos, ya que se empieza por las carnes y se termina por la sopa. Hay varias explicaciones más o menos creíbles sobre el porqué de este orden invertido.
La arquitectura maragata: La “casa arriera” maragata
La combinación de la actividad arriera y la agraria y ganadera se refleja en la anchura de sus calles, para facilitar el paso de los carros, y en la estructura de sus casas, con grandes portalones y espaciosos patios y cuadras por los diversos animales, lo que da una personalidad definida a la arquitectura maragata.
El trabajo de Javier López-Sastre: La Casa arriero Maragata, nos proporciona una amplia y erudita información sobre este tema. Nos dice que la casa, como es habitual en el medio rural, se adapta a las condiciones climáticas y las funciones económicas. Frío intenso en invierno y mucho calor en verano se contrarresta con paredes gruesas (50 a 80 cm de espesor) y pocas aberturas. Con el paso de los años se irán aumentado las aberturas en balcones.
Los materiales de construcción corresponden a los que ofrece el territorio: piedra, madera y barro.
A partir siglo XVII la casa rural con función exclusivamente agraria se empieza a adaptar a las necesidades del arriero (espacio y entrada para carros y animales de transporte) combinado con necesidades agrarias y ganaderas (establos para los animales, pajares) y textil (trabajando la lana de las ovejas), ya que mientras el hombre era arriero fuera de casa, la mujer tenía el cuidado de la casa y de todas las actividad agrarias.
El color rojizo de las construcciones es debido al contenido ferruginoso de la piedra y a la mezcla de cal y arcilla roja de la zona para la argamasa. Las calles muestran una continuidad constructiva muy uniforme de formas, materiales y colores. Contrasta sin embargo, el color rojo de las paredes con los vivos colores de los arcos de las puertas y de las puertas y ventanas. También sobresale la diversidad de modelos de cerrojos y de escudos.
La casa está cerrada hacia el exterior (dicen que el porteador era muy desconfiado) y se abre hacia un patio interior (corral). Si tiene dos plantas, en el piso superior hay un pasillo cubierto exterior que sigue el corral con sencillas barandas de madera.
La cocina es el centro de la casa, especialmente en invierno, con una gran chimenea y horno de pan. No tiene pasillos y se circula a través de las diversas estancias. Al fondo del corral cierra la casa las cuadras para los animales.
A partir del siglo XIX el portón incorpora el arco de medio punto.
La comarca Maragata: La Maragatería
La especialización arriera a partir del siglo XVI, que da lugar a la Maragateria, se vincula al hecho de que la comarca maragata está situada en un punto estratégico en las comunicaciones del interior de la Península y Galicia. La comarca forma parte de la zona de transición situada entre la llanura del Páramo Leonés y los Montes de León, lo que desde antiguo, y especialmente en época romana, favoreció su condición de paso de importantes caminos. La comarca de la Maragatería era antiguamente conocida como comarca de la Somoza, con numerosos restos arqueológicos desde la prehistoria. La actual Astorga –Asturica Augusta– tenía gran importancia gracias a ser punto de unión de diferentes calzadas romanas del noroeste peninsular y los yacimientos auríferos cercanos
Lo que parece claro es que los maragatos constituían un grupo socio-territorial muy particular y diferenciado de las comarcas del entorno. Este hecho ha suscitado que multitud de viajeros a lo largo de los cuatro últimos siglos hayan descrito sorprendidos aspectos sobre los enigmáticos maragatos o su misteriosa comarca.
El siglo XVIII es el momento de máxima expansión del transporte arriero, mientras que la introducción del ferrocarril en el siglo XIX significó la desaparición de esta ocupación. Se dice que con la desaparición del último arriero desapareció el último maragato.
Las formas de vida
La vida en estas comunidades maragatas era dura, pero con importantes diferencias internas. Era una sociedad muy cerrada, en la que en ocasiones se les ha denominado los «pueblos olvidados» o «pueblos malditos». Este encierro, que los hacía sentirse como una casta aparte del mundo, reforzaba ampliamente la endogamia. Las largas ausencias de los hombres (imaginemos la duración de trayectos desde el pueblo a la costa Gallega para recoger pescado en salazón y transportarlo hasta Madrid, y volver con otros productos, y así constantemente), comportaba que las mujeres quedaran solas con los hijos y encargadas de todas las tareas agrícolas, ganaderas y familiares e incluso textiles. Pero las costumbres imponían el servilismo de la mujer respecto al hombre. A pesar de esta fuerte relación de dependencia, en sus usos en la mujer maragata le quedaba un recurso en una situación económica dificultosa, amontonarse, que representaba el derecho a negarlo todo al marido, incluso el habla y el cuidado en la enfermedad, si retornaba de un viaje económicamente fracasado. (Para ampliar pude leerse el artículo de Francisco Javier Rodríguez Pérez).
Se considera que quien mejor expresó las costumbres maragatas fue Concha Espina en su novela La esfinge maragata, publicada en 1989. Castrillo de los Polvazares es la localización elegida por la escritora para ubicar esta novela, en la que rebautiza al pueblo como Valdecruces.
Una reflexión sobre el papel atribuido actualmente a los espacios rurales tradicionales
En el trabajo de Pablo Alonso González, Etnoarqueología y gestion del patrimonio cultural Maragateria y Val de San Lorenzo. El autor expone una reflexión sobre este territorio maragato, pero que puede ser extrapolable a muchos entornos rurales españoles, que no me resisto a reproducir como toma de conciencia en nuestras visitas turísticas por el patrimonio rural popular:
“El estudio del pasado no debe implicar un desprecio de las dinámicas actuales. Maragatería no es ya una tierra enigmática y aislada. Es un espacio rural envejecido y en decadencia, de nuevo asolado por la emigración, con un patrimonio natural y cultural enorme en deterioro constante. Pueblos abandonados, casas en ruinas, salida constante de objetos muebles para anticuarios de toda la nación… También tierra de ensueño para las comunidades libertarias que se instalan, pese al frio y la aspereza de la tierra, en pueblos abandonados y los reaprovechan, generando situaciones verdaderamente surrealistas al producirse el contacto con las comunidades tradicionales. (p. 28)
“Lo maragato. Y que no extrañe el “lo”. Precisamente eso, lo indefinido, lo misterioso, todo “ese mundo”. Aquí se ha tratado de aprehender a través de su realidad económica y funcional, pero también he intentado penetrar en su complejo mundo de símbolos y mitos. Un cosmos idílico que a muchos hoy parece bello y bucólico: los trajes, las casas, los relatos de viajeros, las extrañas tradiciones… Una aparatosa estructura tras la que se oculta un mundo sumamente ordenado y controlado holísticamente, un mundo donde el movimiento, en todos sus sentidos, físico, social y económico, era imposible excepto para los arrieros. Los maragatos, no uno ni dos, no una clase social, sino “lo maragato”, llegaron a instaurar un férreo reinado codificado en símbolos que reproducían y potenciaban a través de la cultura material el orden social establecido. Las danzas, un mecanismo de dominación y exposición del poder y la riqueza. Las casas, una jaula para la mujer y refugio del linaje familiar; una fortaleza inexpugnable de misterio y naturalización de lo real para el foráneo. Las tumbas, mausoleos a los reyes de la Maragatería. Un cosmos sumamente regulado, una semiótica del poder, que fue siendo imitada, asumida y redistribuida por las clases más bajas y mantenida incluso tras el ocaso de la fuente creadora del lenguaje: la arriería y su solvencia económica. (…) La dinámica postmoderna y su reapropiación de símbolos tiende a remitificar lo maragato. Pero habiéndolo ya despojado de sus más lóbregos y tenebrosos hábitos. Tras la aligeración sólo nos quedará una selección: el cocido, el traje, las casas y una leyenda. Y es que… ¿qué otra cosa es la apropiación del pasado que la selección de lo que se salvará? La historia es ese gran barco que se hunde y del que rescatamos lo que podemos, y lo que nos interesa. (pp. 348-349)”
El entorno
Por último, digamos que Castrillo ofrece varias rutas para hacer a pie o en bicicleta. La localidad es puerta del Monte de la Marquesa.
Bases de información
Webs
Web oficial
En wikipedia y en verpueblos
Rutas en y desde Castrillo en wikiloc
Contienen numerosas fotografíes: arquitecturapopular y susanacsantana
Webs academics
Estudio de la comarca, con una visión amplia general aunque es de 1988: Dr. Miguel Ángel Luengo Ugidos (1988), Maragatería y Cepeda
Aproximación a la Maragatería. Está publicado en 5 artículos separados: Miguel Peña Sanz (2002-2004), Maragatería. Los arrieros y la estabilidad económica de la comarca
Presenta las condiciones de vida a partir del epígrafe 2.2.1: Francisco Javier Rodríguez Pérez (2008), La covada en el país de maragatos
Estudio en profundidad de la casa arriera: Javier López Sastre (2009), La casa arriera maragata
Libro
Pablo_Gonzalez (2009), Etnoarqueologia y gestion del patrimonio cultural Maragateria y Val de San Lorenzo. Puede leerse en Internet.
Vídeo
Llugaresconhistoria contiene un vídeo
Mi interes x el pueblo..data de pequeña..mi bisabuela materna Melchora Nieto y mi bisabuelo Manuel Criado..tenian una casa en Castrillo para el verano.pero vivian en Coruña…una de mis tias estuvo alli en 1971..si no recuerdo mal…soy de Argentina. Estuve en España en 2018 pero no pude ir por el mal tiempo ….pero recuerdo fotos de la familia..la casa tenia un escudo de piedra en su frente..y ventanas con balcon arriba…
Alicia. Fue una lástima que no pudieses ir a Castillo de los Polvazares. Es un pueblo muy interesante y muy cuidado. La próxima vez que vengas a España no te lo pierdas. Y no dejes de probar el cocido maragato.
Un abrazo, y gracias por el emotivo comentario.