En este tercer post sobre las iglesias románicas de la Vall de Boí (Lleida), le toca el turno a las iglesias de Sant Joan de Boí y de Santa Eulàlia de Erill-la-Vall.
Iglesias románicas de Sant Joan de Boí y Santa Eulàlia de Erill-la-Vall (La Vall de Boí) (3)
Municipio: La Vall de Boí. Comarca: Alta Ribagorça. Provincia: Lleida. Com. Autónoma: Cataluña
Web: centreromanic
Patrimonio Mundial de la UNESCO (2000)
Visita: 2022-2023
Índice
Iglesias románicas de Sant Joan de Boí y Santa Eulàlia de Erill-la-Vall. La Vall de Boí. Lleida
Continuando el recorrido por las iglesias románicas de la Vall de Boí, dedicaré la atención a las iglesias de Sant Joan de Boí y Santa Eulàlia de Erill-la-Vall, complementándolo con las obras originales de pintura y escultura que se encuentran en el MNAC.
Iglesia de Sant Joan de Boí
Coordenades: 42°31′21″N 0°50′01″E. Altitud: 1.269 msnm. Población de Boí (habitantes): 28 (1719), 149 (1900), 205 (2000), 229 (2022).
La iglesia de Sant Joan de Boí es una de las tres iglesias de planta basilical del conjunto de la Vall de Boí, junto con Sant Climent y Santa Maria de Taüll. Es la iglesia parroquial de la localidad de Boí, que da nombre al valle, de la que se ha mostrado su arquitectura popular en otro post.
Situada en el extremo norte del primitivo pueblo, fuera muralla. La orientación de la iglesia está muy sesgada en dirección sudeste. Las dimensiones exteriores de la nave del templo son de 14,55 metros de ancho por 18 metros de profundidad sin contar los ábsides.
Una primera etapa de construcción parece corresponder al siglo XI y la finalización de la obra románica al siglo XII. Posteriormente se realizaron reformas y, en algún momento determinado, posiblemente debido a un deslizamiento de rocas de la pendiente posterior, el ábside quedó destruido y fue transformado en un ábside de planta trapezoidal. Como el resto del conjunto, la iglesia de Sant Joan responde al estilo románico rural catalán lombardo.
El exterior
El cuerpo del edificio es claramente lo que yo consideraría una «casa grande», con las características arquitectónicas populares del valle. Sólo los ábsides y la torre le confieren el aspecto religioso.
La fábrica sigue el estilo común de fábrica de sillarejo. Se observa con facilidad diferentes fases de construcción e intervención por la forma y calidad de sillarejo de los muros, todos ellos muy rústicos.
El templo tiene un tejado a dos aguas, sostenido por una estructura de madera. Todas las cubiertas están hechas de pizarra.
En la cabecera del templo encontramos un ábside y dos absidiolos, y una torre-campanario cuadrada adosada al extremo de levante del muro lateral meridional.
Presenta dos entradas, una por los pies del templo y otra por el lateral norte. La portada por los pies se abrió una vez hecha la construcción, tapiándose la puerta de entrada lateral del lado norte. Con las reformas se han dejado accesibles ambas puertas. Como casi todo el resto de las aberturas, están rematadas con arcos de piedra rústica dispuestos en forma de arquivolta.
La torre-campanario
La torre-campanario situada en el extremo sudeste, adosada exteriormente al muro, con la entrada por el interior del templo. La base rectangular es de 4,40 x 5,40 metros, con una altura de 21 metros.
Presenta cuatro niveles de dimensiones muy distintas. Al mismo tiempo, muestra tres fases de construcción claramente diferenciadas por la calidad de la fábrica.
Una primera fase, de calidad constructiva contemporánea a la construcción de los muros, superando la altura de la cubierta, continua y sin obertura ninguna.
En una segunda fase, se elevó aún más hasta llegar al primer nivel, con una ventana de arco de medio punto por cara. Aquí se encuentra un sillar más elaborado.
Por encima de la ventana, cinco arcuaciones ciegas lombardas sin ningún friso decorativo, mientras que en los ángulos de la torre se inician lesenas.
Por encima, un tercer nivel, esta vez de ventanas geminadas con columnas interiores rectangulares y capitel trapezoidal. Por encima de cinco arcuaciones ciegas y, en este caso, un friso de un dentado muy ligero.
En cierto momento, del que no se conocen las causas exactas, el campanario quedó mutilado. Fue reconstruido con una forma arquitectónica más simple, con criterio puramente funcional de conseguir mayor elevación de la torre y dotarla de campanas, sin demasiado interés por la estética. Se abren cuatro ventanas de medio punto más amplias, una por cara, cubiertas por el clásico tejado piramidal de pizarra de la zona. De esta forma pudo continuar con sus funciones de llamada a los feligreses y de vigilancia sobre el valle, en coordinación con los campanarios de las demás iglesias.
Es la única iglesia del valle en la que se conservan pinturas murales en el exterior. También quedan los restos de la traza de un porche, actualmente ocupado por una estructura moderna, que, al tiempo que refugio por los feligreses, protegía las pinturas.
Los ábsides
A levante, la cabecera del templo presenta tres ábsides. Uno central mayor y dos absidiolos laterales semicirculares.
El ábside central muestra una forma trapezoidal, donde el muro del fondo tiene una posición oblicua respecto al eje, descabezando lo que previsiblemente sería una forma semicircular. Una hipótesis para explicar esta extraña forma sería que un desprendimiento de tierras habría destruido el ábside.
Por el primitivismo y la poca elaboración de las arcuaciones lombardas, al igual que la calidad de los sillares, la impresión que da es que la obra o bien es anterior a las de Taüll, o fue realizada por unos artesanos de menor calificación.
El interior
Cruzamos una vieja puerta para acceder al templo.
La planta
La planta basilical del templo está formada por tres naves y cuatro tramos. Las naves están separadas por arcos formeros que se sostienen en dos pilares cuadrados en el primer tramo, y cuatro columnas circulares, todos ellos de poca altura y macizos, de obra enlucida.
La iglesia fue objeto de importantes modificaciones del interior en el siglo XVIII. La cubierta de madera fue sustituida por falsas bóvedas de ladrillos; las naves laterales fueron divididas en capillas con la construcción de muros perpendiculares a la nave central, que escondían las columnas y servían de contrafuerte. Después de la restauración realizada en 1972, las bóvedas de ladrillos fueron eliminadas y los contrafuertes derribados, permitiendo recuperar así las naves laterales y las columnas.
El croquis realizado por J. Puig i Cadafalch en 1907 permite apreciar la disposición en capillas en ese momento. Resaltar cómo señala con un interrogante el ábside central y las dudas en su dibujo, como si estuvieras planteando una hipótesis, ya que no se corresponde con la forma plana y oblicua del muro del fondo existente.
El presbiterio está formado por dos arcos triunfales. La cubierta del ábside, en su forma actual, es también de arco de medio punto.
A los pies, la portada y una ventana de iluminación, ambas de arco de medio punto.
Se ha aprovechado el primer tramo para habilitar la recepción de la visita al templo.
La estructura de la cubierta a dos aguas es de madera, recubierta de pizarra.
La iluminación natural se efectúa por varias ventanas, casi todas de arco de medio punto, repartidas especialmente por el muro de los pies y el septentrional.
Los absidiolos están cubiertos por cuartos de esfera.
En la nave lateral de la epístola se han colocado una serie de fotografías y explicaciones del momento de la Misión Arqueológica de 1907, así como de cada una de las iglesias que forman el Patrimonio Mundial.
Las pinturas. Las pinturas en el MNAC
Como ya se ha explicado, las pinturas murales originales que todavía se conservaban a principios del siglo XX fueron arrancadas y trasladadas al Museo de Arte de Barcelona.
En el proceso de rehabilitación de la iglesia de Sant Joan se optó, como en la de Santa Maria de Taüll, por la instalación de copias de los originales conservadas en el MNAC.
Esta iglesia conservaba pinturas del interior del templo y excepcionalmente de la portada exterior lateral. Del interior sólo han subsistido las pinturas de las naves laterales y del intradós de los arcos formeros, si bien todo el conjunto del templo debió de ir policromado.
Es muy probable que, tal y como se presenta actualmente la iglesia de Sant Joan de Boí, sea la que nos muestra con mayor fidelidad cómo debía de ser el interior de un templo románico.
Los criterios en materia de restauración del siglo XIX eran considerar que los muros debían dejarse de piedra vista, y de esta manera lo encontramos repetidamente en la mayoría de las iglesias restauradas. Pero hay que tener en cuenta que, en realidad, en la época del románico la piedra estaba camuflada debajo de una capa de protección en el exterior, y en el interior de una capa de preparación y encima la pintura mural.
Las pinturas del interior se datan en las inmediaciones del año 1100, y corresponderían a la primera etapa de pinturas de la Vall de Boí y, por tanto, antes de recibir la influencia bizantina a través de la pintura lombarda. Mientras que las del exterior serían posteriores, del siglo XII.
Pinturas del interior
Para suplir a las originales, se han instalado copias exactas, con los mismos tonos de las pinturas murales arrancadas, pero más vivos que los restos históricos de las partes que se conservaban, mientras que el resto de las paredes están enlucidas con una capa blanca.
Fechadas del cambio del siglo XI-XII, su particular estilo poco tiene que ver con otros conjuntos catalanes y se vincula, en cambio, a la cultura artística del centro y el sur de Francia. El carácter dinámico de la representación o el uso de colores planos y de formas bien silueteadas están próximos a los procedimientos de la iluminación de manuscritos, de donde también parecen proceder algunos motivos iconográficos. Estas pinturas de Sant Joan de Boí revelan un programa iconográfico muy rico y original.
En la secuencia de fotografías que sigue, se combina la presentación de la iglesia de Boí con las pinturas del MNAC. No habrá confusión, pues las reproducidas en el templo adquieren una tonalidad más intensa, presuponiendo que estaría más cercana a cómo deberían verlas los feligreses de la edad media.
En el MNAC se ha reproducido un espacio que evoca el del templo con el máximo de fidelidad de las naves laterales, con las arcadas que las separan de la nave central, situando cada fragmento en el lugar que ocupaba en la iglesia. Hay que recordar que de la nave central no se conserva ninguna pintura.
La mayor parte conservada corresponde al muro de la nave del evangelio, donde estaba la primera puerta de entrada al templo. Por el contrario, del muro del lado de la epístola no hay restos.
En la parte central del muro norte de Sant Joan de Boí, entre las dos ventanas de la nave, se conserva una escena con juglares y saltimbanquis, representación poco habitual dentro de un edificio religioso. Sobre un fondo en bandas de color rojo, negro y ocre hay tres juglares tocando música y haciendo malabarismos. El de la izquierda está boca abajo con una espada en la boca mientras hace malabares con otras dos espadas. El del centro, que parece estar sobre unas rocas, ha cortado en el aire una pieza con un cuchillo largo, y el de la derecha toca el arpa encaramado en una pequeña construcción.
El conjunto estaba totalmente enmarcado por cenefas de las que se conserva un motivo floral en la parte superior y una cenefa ancha en zigzag en la parte inferior, bajo la que discurría una inscripción, hoy desaparecida.
Los demás puntos con pinturas corresponden a los muros interiores de las naves laterales y, especialmente, a los intradoses de los arcos formeros.
Podremos ir viendo en las fotografías ejemplos del magnífico bestiario situado en los intradoses de los arcos de separación de las naves, uno de los más amplios y singulares de todo el románico catalán.
Están representados animales reales y animales fantásticos, entre otros un león, un elefante, un pájaro de dos cabezas, un espléndido híbrido de pájaro y pez, un gran cuadrúpedo con una especie de flor de lis en boca.
Se puede interpretar la representación de este bestiario pictórico en un sentido simbólico y moralizador que ilustra por ejemplo los vicios y virtudes del comportamiento humano.
¿Cómo afectaría a los feligreses de la época estas imágenes de monstruos de este bestiario a la luz oscilante de las lámparas de aceite?
Dos de los fragmentos más valorados son la lapidación de San Esteban (a) y el cuadrúpedo en flor de lis (b).
Su localización original estaba en la parte superior de la nave del evangelio, sobre el muro de arcos formeros, junto a la cabecera del templo.
En el museo están situados fuera de contexto, para que se puedan observar con mayor atención.
La lapidación de San Esteban se considera una de las escenas más destacables de la decoración mural de Boí. El interés en la narración y el dinamismo son característicos de un estilo pictórico que remite a la pintura francesa de la región de Poitiers, y que se ha vinculado también con la rica miniatura limosina de finales del siglo XI. Desde el punto de vista iconográfico, la escena es un ejemplo temprano del interés del arte románico por las vidas de santos.
La sensación de movimiento se logra por medio de la disposición secuencial de los tres lapidadores, en contraposición a la actitud serena del santo.
A pesar de las dificultades para realizar una lectura simbólica de los animales de Boí, el cuadrúpedo con flor de lis es uno de los que podría asociarse más fácilmente a algunos de los textos de referencia. Aunque no hay ninguna inscripción que le identifique, los rasgos con los que está representado, especialmente la flor de lis que le sale de la boca recuerda los atributos relacionados con la pantera. Cuando la pantera ruge desprende un aliento lleno de aromas perfumados que atrae a las demás fieras. A partir de este supuesto rasgo distintivo, se vincularía la pantera con Jesucristo, porque la palabra de Dios que aquél proclama también atrae y reúne a los cristianos.
Como en las demás iglesias, los pilares también estaban pintados.
En un primer momento, antes de ser ejecutadas las pinturas, una primera decoración románica se efectuaba rejuntando las piedras de los muros con una argamasa blanquecina, como la que se ha dejado a la vista en uno de los pilares del templo.
La parte interior de la nave de la epístola y el intradós de los arcos conservan amplios fragmentos de mural.
La pintura exterior
La portada del muro septentrional fue tapiada después de abrirse la de los pies. Y así estaba a principios del siglo XX. Pero lo interesante es que a su alrededor quedaban restos de pintura mural, seguramente dentro de los límites de un porche. La existencia de portadas pictóricas en el románico es poco conocida. Debían de ser frecuentes, pero, como la pintura quedaba a la intemperie, la mayoría han desaparecido.
Esta pintura es posterior a la decoración mural del interior, y estaba presidida por un crismón (desaparecido) sostenido por cuatro figuras angélicas, representando una Teofanía.
En esta zona, también se han reproducido las pinturas originales. Además, en gran parte de este muro exterior se ha mantenido el enlucido protector, lo que ayuda a hacerse una idea de cómo sería todo el conjunto exterior original.
En la parte más baja, puede observarse la presencia de abundantes grafitos de tema bélico, de datación imprecisa.
Subida a la torre-campanario
Debe aprovecharse la posibilidad que nos ofrecen algunas iglesias de poder subir a la torre-campanario.
Además de observar la construcción interna, constituyen unas atalayas magníficas para contemplar el territorio circundante del valle, que en aquellos momentos significaba capacidad de vigilancia sobre el entorno, así como para constatar la capacidad de comunicación que existía entre ellas.
Por ejemplo, observar la simplicidad de las ventanas geminadas, la columna rectangular interior y el simple capitel trapezoidal.
Hay cuatro campanas entre 27 y 89 centímetros de diámetro. La más antigua es la mayor, del año 1863.
Debe estarse prevenido para no llevarse un susto si se ponen a tocar las horas cuando estás a ese nivel.
Estructura interior del tejado de la torre.
Entre las vistas más interesantes es perfectamente visible Erill-la-Vall, con su torre, al otro lado de la Noguera de Tor.
Perspectiva sobre la Vall de Boí.
Mirando hacia el caserío se observa el monumento al pastor.
Otros elementos en la iglesia
En el absidiolo del lado del evangelio se encuentra un altar de piedra, de base tronco piramidal invertida, con un crismón esculpido en la base.
También una pila de agua bendita cerca de la puerta de entrada.
En el centro de la nave lateral de la epístola se conserva en el suelo una gran caldera de piedra para los aceites.
Iglesia de Santa Eulàlia de Erill-la-Vall
Coordenadas: 42°31′29″N 0°49′32″E. Altitud: 1.243 msnm. Población (habitantes): 20 (1719), 81 (1900), 85 (2000), 108 (2022).
A unos 700 metros lineales de la iglesia de Sant Joan de Boí, al otro lado de la Noguera de Tor, en la localidad de Erill-la-Vall, se levanta la iglesia de Santa Eulàlia de Erill-la-Vall; con una perfecta comunicación visual entre las torres de ambas iglesias y de sus respectivos vecindarios.
Su construcción corresponde al primer románico lombardo rural, efectuada en diversas fases en los siglos XI-XII. De una sola nave, se diferencia del resto del conjunto de la Vall de Boí en tres ábsides a modo de trébol. La primera nave fue alargada y, posteriormente, se le añadió el campanario y un porche en el portal norte.
Tiene unas dimensiones exteriores de unos 7 metros de ancho por unos 20 metros de largo de la nave y unos 25 metros de largo total.
La torre-campanario es la más esbelta de todo el valle, con seis niveles y una altura de unos 25 metros.
El exterior
Ubicada en el margen suroeste del casco urbano, con el cementerio adosado en la cara norte.
Pileta de la fuente pública exterior.
Los ábsides
La originalidad de los ábsides de la iglesia de Santa Eulàlia es que adoptan una disposición trebolada. El ábside central constituye la cabecera del templo, mientras que los dos absidiolos se abren sobre los dos muros laterales quedando, en el interior, encarados entre sí.
El ábside central actual corresponde a una reconstrucción para otorgar a la iglesia la forma románica original después de que, hacia 1910, se hubiera derribado para construir una sacristía cuadrada, desmantelada por la restauración.
Hay indicios de que este ábside disponía de los elementos decorativos propios del estilo lombardo, que no se ha reproducido, pero se desconoce qué aberturas y decoración debía tener. En la reconstrucción de la forma exterior semicircular se ha optado por un muro liso, aprovechando sillarejo original de la rehabilitación.
El absidiolo del lado norte dispone de dos ventanas de arco de medio punto.
Mientras que el absidiolo del lado sur no muestra ninguna obertura.
Los pies del templo están formados por un muro liso que une la nave con el porche, con una única abertura rectangular de iluminación.
La torre-campanario
La torre-campanario de la iglesia de Santa Eulàlia está considerada la más esbelta de todo el conjunto del valle. De base rectangular de 4,20 x 3,70 metros y altura de 24,80 metros.
Las dos primeras fotografías permiten comparar el estado en el que se encontraba a principios del siglo XX con la actualidad, después de las rehabilitaciones.
El conjunto de las cuatro fotografías muestra la torre desde distintas perspectivas.
Presenta seis niveles, el primero en la base, de construcción maciza, con una única ventana de iluminación en la cara norte. Los otros cinco niveles son todos idénticos, con una ventana geminada por cada cara.
En esta torre todos los niveles tienen la misma estructura, idéntica a cada cara, con ventanas geminadas muy esbeltas de arcos de medio punto y pilares rectangular de un solo bloque de piedra y un capitel en forma de trapezoidal de piedra pómez.
Sólo en el primer nivel en el lado exterior, una ventana de arco de medio punto que esconde una abertura de aspillera para iluminar la entrada interior a la torre.
Por encima de las ventanas seis arcuaciones ciegas de estilo lombardo debajo de un friso dentado. Lesenas angulares en los cuatro ángulos de la torre.
De cubierta, la típica pirámide de base más ancha de todos los campanarios del valle, recubierta de pizarra.
El porche
En la cara norte, prolongando la torre-campanario, se añadió un porche que protege la entrada al templo. Cuatro arcos sostenidos por dos pilares en los extremos y tres columnas de piedra de sillar intermedias.
Enfrente se encuentra el recinto del cementerio.
Cada columna remata con un simple ábaco sobre el que reposa el arco.
Las pilas bautismales se han trasladado al exterior. Al parecer, no se conocía exactamente cuál era la ubicación dentro del templo.
El interior
Desde el porche se accede al interior del templo por una portada de arco de medio punto con dovelas irregulares, y vestigios de pintura mural en el intradós. Las dovelas más anchas a medida que se elevan recuerdan formas califales, lo que no debería sorprender teniendo en cuenta la influencia del Califato de Córdoba en Cataluña en esa época, en contraste con el mozárabe en el centro de la Península.
En la entrada hay una especie de capilla moderna con un altar de piedra.
La planta
Entre los siglos Xi-XII la pequeña iglesia románica fue transformada y ampliada. La edificación que vemos en la actualidad, después de las restauraciones del siglo XX, no es muy distinta a la construcción románica original final, que resultó de la sucesión de obras.
La construcción inicial del siglo XI era de una sola nave y más corta, con tres ábsides en forma de trébol, con los absidiolos situados sobre los muros laterales, y cubierta de madera (1). La iglesia estaba enlucida por dentro y por fuera, según vestigios conservados en el muro norte.
En el siglo XII la nave se alargó (2) y se cubrió con una bóveda de cañón con arcos torales y pilastras adosadas a los muros (3). A los pies, se va a colocar una pila bautismal.
Se construyó el campanario y, poco después aun en época románica, se añadió el porche de la fachada norte (4).
Entre los siglos XV-XVI se instaló un retablo gótico, y un coro elevado a los pies de la nave para el clero y los cantores, que ahora acoge una muestra explicativa.
El retablo gótico fue retirado en 1936, y conservado en parte en el Museo Diocesano de la Seu d’Urgell.
Mientras que la siguiente es la imagen que ofrecía el interior del templo a mediados del siglo XX, con la bóveda de cañón.
En el estado actual, la planta de una sola nave presenta un gran ábside central en la frente, y los dos absidiolos sobre los muros laterales, la disposición en forma de trébol mencionada. Los tres ábsides semicirculares están precedidos de arcos presbiterales.
La cubierta se ha reconstruido con un armazón de madera a dos vertientes.
Puede observarse la disposición de la copia del descendimiento en la posición que se supone en que debía estar situado.
De la pintura mural que la decoraba, quedan algunos fragmentos en el norte y la representación de una serpiente en el arco de la puerta de entrada. En la rehabilitación se ha optado por dejar todas las paredes desnudas con la piedra vista, sin ningún rebozado. Solo el ábside presenta los muros y la bóveda de cuarto de esfera blancos.
En los pies se construyó un coro elevado de madera entre los siglos XV-XVI.
El techo reproduce la cubierta a dos aguas sobre un armazón en madera.
Los absidiolos forman pequeñas capillas delante del presbiterio.
La diferente fábrica del muro debe corresponder al alargamiento del templo en la primera fase de modificaciones.
El ábside reconstruido se ha dejado liso y blanco por el interior, con un altar de una losa de piedra sobre un pilar.
Imagen barroca de Santa Eulàlia del siglo XVIII, restaurada.
El Descendimiento
En su interior estaba el conjunto escultórico románico del Descendimiento de Cristo. Las piezas originales del siglo XII están ahora repartidas entre el Museo Episcopal de Vic y el Museo Nacional de Arte de Cataluña de Barcelona.
Éste era el estado del Descendimiento en 1907. Como se puede constatar, las siete figuras que lo integran estaban fuera de uso, mal almacenadas y no tenían ningún reconocimiento artístico.
El primer románico plasmó a Cristo crucificado en majestad, vencedor de la muerte y sin dramatismo, pero a partir del siglo XII su imagen tomó un carácter más humanizado y realista, sufriendo en la cruz e inspirando compasión. En este sentido, destacan las representaciones escultóricas del Descendimiento o el acto de bajar el cuerpo de Cristo del suplicio de la Cruz.
En 1997 se procedió a la instalación de una reproducción íntegra, en talla y tamaño casi natural. La nueva presentación, además de agrupar las figuras que se encuentran en los dos museos, las sitúa en lo alto de una viga en el arco triunfal del ábside central, tal y como se supone que debían estar originalmente, aunque entonces las figuras estaban policromadas.
El estilo es fácilmente identificable: cuerpos esbeltos en ligera torsión, anatomía esquemática y despliegue rítmico de las vestimentas.
En 1911 cinco de estas figuras se llevaron al Museo Episcopal de Vic y las otras dos se incorporaron en 1932 al Museo de Arte de Catalunya de Barcelona. Estas dos son las que podemos observar en la siguiente fotografía.
Subida a la torre-campanario
Es muy aconsejable subir hasta el último nivel del campanario, tal y como hicimos en Sant Joan de Boí, tanto para ver su estructura constructiva interior como para admirar las vistas panorámicas del entorno.
Lo primero será observar las ventanas geminadas con la columna interior rectangular de una sola pieza y el capitel poligonal trapezoidal, sin ningún tipo de decoración.
Interior protegido del tejado. La disposición de cuatro campanas entre 40 y 75 centímetros de diámetro está en el interior, ya que las ventanas no facilitan su colocación, aunque son relativamente pequeñas.
Se puede observar que se mantiene el repique manual en este campanario. ¡Qué filigrana de nudos!
Hacia poniente el tejado norte forma una unidad con el del porche.
En dirección a levante el pueblo de Boí y, más al fondo sobresale Taüll. La comunicación visual era perfecta.
Al sur, la Vall de Boí.
El grosor de los muros forma un pasillo de paso entre el templo y la torre.
Elementos museísticos
En lo alto del coro se ha instalado una pequeña exposición que contiene elementos del templo, además de información sobre su historia.
Los retablos conservados en la iglesia son muestra de la evolución de los cultos y estilos artísticos entre los siglos XVI-XVIII. Son de madera y mantienen la policromía en distintos grados de conservación.
Un retablo muy dañado de finales del siglo XVI, de estilo gótico tardío, seguramente dedicado a Sant Miquel y presidido por el Crucifijo, arriba. En el panel central estaba la Virgen del Rosario, una devoción que fue muy popular a partir de 1570.
El retablo del Roser, del siglo XVII, es de estilo renacentista. Presenta en su estructura motivos de tradición clásica. Presidido arriba por el tema del Calvario, en la parte inferior se encuentran las escenas de la Anunciación, la Coronación y la Adoración.
El siguiente es un retablo del siglo XVIII. Como es propio de la época barroca, en vez de explicar los hechos más relevantes de la vida de un solo santo, este retablo conjuga numerosas imágenes sagradas y hace posible albergar múltiples devociones, sin que sea conocido quién era el santo titular.
Otro objeto expuesto es un monumento de Semana Santa de estilo barroco del siglo XVIII con motivos alegóricos de la Pasión de Cristo. Hasta mediados del siglo XX uno de los actos más relevantes de la Semana Santa era la exposición del Monumento o altar, en el que durante los días de Jueves y Viernes Santo se exhibía la urna sagrario representativa del sepulcro de Cristo. Dos figuras de armados o soldados romanos hacían guardia simbólica, y a los arcos de madera pintadas se añadían cortinajes y unas escaleras cubiertas de mais o ramos hechos de espigas de trigo o cebada, cirios, papeles de colores, candelabros y flores.
Una característica de la organización parroquial de la Vall de Boí desde época medieval era una administración especial y autónoma respecto al obispado.
Las iglesias estaban regidas colectivamente por sacerdotes llamados co-rectors (co-párrocos), que debían ser nacidos en el Valle. Entre ellos se distribuían las funciones del culto y los ingresos parroquiales. El final de esta organización fue impuesto en 1770, y a partir de entonces cada parroquia tuvo un solo párroco y un número de beneficiarios de acuerdo con la renta disponible.
En el arca o caja de principios del siglo XX se pueden ver varios objetos litúrgicos y religiosas de la parroquia: un incensario del siglo XX; un candelabro de madera del siglo XVIII; un candelabro metálico del siglo XIX; el Manual de piadosas meditaciones. Barcelona. 1766; así como una colección de libros de los siglos XVII-XIX.
El Centro del Románico
En Erill-la-Vall se ha creado el Centro del Románico de la Vall de Boí en un edificio de nueva planta siguiendo la estética de la arquitectura tradicional, situado al lado de la iglesia de Santa Eulàlia.
Su función es hacer accesibles las iglesias al público, y presentar el patrimonio de forma que el visitante experimente el significado del conjunto. Desde el Centro del Románico se ofrecen tres servicios principales: la apertura al público de las iglesias, el servicio de visitas guiadas y el espacio de interpretación y acogida del visitante.
Al mismo tiempo, acoge la sede del Consorcio Patrimonio Mundial de la Vall de Boí, la entidad encargada de la gestión de este bien.
Desgraciadamente, el día de nuestra visita el Centro estaba cerrado, por lo que debimos conformarnos con mirarlo desde el exterior.