El Castillo de Peñafiel – Museo del Vino (Valladolid) se conserva en inmejorables condiciones desde la Alta Edad Media, ahora reconvertido como pieza turística y museo de una de las excelencias del territorio: el vino.
Castillo de Peñafiel y Museo del Vino (Valladolid)
Municipio: Peñafiel. Comarca: Campo de Peñafiel. Provincia: Valladolid. Com. Autónoma: Castilla y León
Coordenadas: 41°35′48″N 4°06′52″O. Altitud: 853 msnm. Población: 5.068 habitantes en el municipio (2021)
Web: turismodepeñafiel
Bien de Interés Cultural (BIC): Monumento
Última visita: 2021
Índice
Castillo de Peñafiel y Museo del Vino. Campo de Peñafiel. Valladolid
El castillo de Peñafiel se alza como una de las construcciones militares más impresionantes e imponentes, y bien conservadas, de toda la Península, en medio de la Meseta Norte, en el valle del Duero.
Por su posición, se le observa dominante sobre todo el entorno en cualquiera de las direcciones que nos acerquemos a él, desde kilómetros de distancia.
Su planta de caliza blanca resalta y resplandece, sobre todo bajo los reflejos del Sol.
Si se está haciendo turismo, su localización junto al lugar de paso de la autovía del Duero A-11, de Aranda del Duero a Valladolid, así como su posición en la zona vinícola de la Ribera del Duero, hace casi imprescindible detenerse y subir a mirar las murallas del castillo, ni que sea por su parte exterior.
Es la que me ha sucedido a mí, y por ello las fotografías de este Post corresponden a varias visitas entre 2016 y 2021. Ello explica las diferencias de las condiciones climáticas y de luminosidad que se observará entre ellas.
El territorio
Como se ve claramente en el mapa de situación del inicio de Post, Peñafiel se halla en pleno centro de la Meseta Norte y del valle del Duero. Si relacionamos la posición con el conjunto de mapas que se ofrecen en el Post Estructuras territoriales en la España peninsular, podremos hacernos una idea de los condicionante geográficos e históricos más relevantes en los que se encuentra enmarcado.
El castillo de Peñafiel domina los valles del Duratón y el arroyo Botijas en su confluencia con el Duero. Situada la fortificación sobre un cerro testigo que se eleva 110 metros sobre el Duratón y visualmente dominante sobre la amplia extensión de la Meseta, como observaremos en el momento en que subamos a la torre del homenaje, hicieron codiciable el dominio de este punto por musulmanes y cristianos durante los siglos de disputa en la frontera del Duero.
La forma alargada del cerro testigo donde se asienta y la ubicación de la torre del homenaje le da una forma similar a un barco y le convierte en el icono de la región gracias también a su buen estado de conservación lo que hace que también se conozca a esta fortificación como Buque de Castilla.
Un poco de historia
El primer poblamiento del cerro del que existen hallazgos arqueológicos se remonta a la Edad del Bronce (1800-700 a.C.). También hay testimonios esporádicos de ocupación en la Edad del Hierro (desde el 700 a. C.) por poblaciones vacceas. Debieron ser poblados pequeños dada la limitación de la superficie del cerro (200 por 30 metros).
Cuando debe situarse realmente el origen de la ocupación militar del cerro que ha perdurado hasta nuestros días, es en la Edad Media, tras la conquista musulmana de la Península, y especialmente en los siglos IX y X cuando la frontera se sitúa en la zona del río Duero.
Con el avance del reino de León se produce la fundación y repoblación de núcleos antiguos en el Valle del Duero, con la primera repoblación de Peñafiel. La existencia de un puente romano en Peñafiel hace pensar que se utilizase el cerro como lugar de vigía y defensa.
La primera noticia de la existencia de un castillo en Peñafiel es del año 943, durante el reinado de León por Ramiro II, atribuyéndose su señorío al conde Assur.
En el año 983 los musulmanes recuperan Peñafiel por parte de Almanzor, que lo mantiene hasta 1013 cuando es reconquistado por el conde castellano Sancho García, que manda levantar una fortaleza.
Este momento se puede considerar el de la fundación de Peñafiel al serle otorgado un fuero con el que se pretende repoblar la villa y su tierra. Esta circunstancia hace que la primera fortaleza pueda ser considerada como castillo de repoblación de origen real en una comunidad de realengo. Esta condición se mantendrá hasta el año 1282.
Durante este periodo, en 1112, el castillo será escenario de los conflictos entre Alfonso I el Batallador y las tropas de su esposa Urraca I, y posteriormente por su suegro Alfonso VI.
En el año 1282, deja de ser villa de realengo cuando el príncipe Sancho (el que sería rey bajo el nombre de Sancho IV el Bravo) otorgó la villa de Peñafiel al infante don Manuel de Castilla (hermano del rey Alfonso X) como donación por el nacimiento de don Juan Manuel. En otros lugares se lee que la donación fue por parte del rey Alfonso X.
Tras la muerte de don Manuel un año más tarde, hereda sus posesiones su hijo el infante don Juan Manuel.
Con los años, don Juan Manuel, acumula un gran señorío del que forma parte Peñafiel, que se alarga hasta el siglo XV.
A partir de 1307, el infante don Juan Manuel reconstruye el castillo y las murallas de la villa. Presumiblemente, el castillo de Peñafiel tendría una forma y disposición muy parecida a la actual.
Cuando ya desde finales del siglo XIII la frontera se ha consolidado en tierras andaluzas, las tierras del Duero habrán perdido el carácter defensivo frente a los musulmanes, el papel de los castillos pasa a integrarse en las intrigas entre la nobleza y de ésta con la Corona. Continúa siendo necesario su papel militar, pero, sobre todo, tendrán una función de representación del poder en la etapa feudal del Reino de Castilla.
Tras la muerte de don Juan Manuel en 1348, sus posesiones pasaron a su hija Juana. Al convertirse Juana en reina consorte, por su matrimonio con Enrique II “el Fratricida o el de las mercedes”, la villa con el castillo se incorpora a la corona tras la muerte de esta en 1381. En ese momento, Peñafiel era una de las fortalezas más poderosas del reino.
En 1390 el rey Juan I, hijo de Juana Manuel, concede a su hijo segundo, Fernando, conocido más adelante como Fernando de Antequera y Fernando I de Aragón, la villa y el castillo de Peñafiel, que en 1406 procede a su restauración.
Tras la muerte de este último en 1416 la hereda Juan de Aragón, quien se alza contra Juan II de Castilla, que toma la fortaleza y ordena su derribo en 1444, siendo ejecutado por los vecinos del pueblo.
El 21 de julio de 1448, el príncipe Enrique, futuro rey Enrique IV, concedió Peñafiel a Pedro Girón de Acuña Pacheco noble y maestre de la Orden de Calatrava, con la prohibición de reconstruir el castillo. Sin embargo, en 1456 se levanta esta prohibición y ese mismo año comienzan las obras del nuevo castillo, rehabilitándose la torre del homenaje donde Pedro Girón Coloca los blasones de la familia en las cuatro caras de la torre.
La nueva fortaleza, es la que ha llegado hasta nuestros días. Forma parte de los castillos-palacio señoriales que se construyeron en este período (Castillo de Ampudia, Castillo de Encinas de Esgueva, Castillo de Guadamur, Castillo de Belmonte, entre otros) y se presupone que fue obra del arquitecto Juan Guas.
Los Reyes Católicos confirmarán la donación a Juan Téllez de Girón. Por su parte el rey Felipe II concede a los Téllez-Girón el título de Duques de Osuna, prolongándose la posesión del castillo hasta el siglo XIX.
A lo largo de la Edad Moderna Peñafiel, alejada de las grandes rutas comerciales, se convierte poco a poco en un señorío periférico. En sus visitas a la villa, progresivamente más raras, no se alojan en el castillo, sino en un nuevo palacio, modesto en proporciones y materiales, que se hacen construir en el corazón de la población. El castillo, progresivamente abandonado, comenzó su ruina, sufriendo un incendio en 1755.
Durante el siglo XIX el castillo vivirá diversos momentos de actividad militar.
Primero entre 1809 y 1812 como guarnición del ejército francés durante la Guerra de la Independencia. En su expolio se llevaron todas las rejas, excepto una de la torre del homenaje que no pudieron arrancar y es la única que aún se conserva.
Después, durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840), la fortaleza fue cuartel de una guarnición gubernamental con la realización de importantes obras de refuerzo y nuevas fortificaciones en las dependencias, muros y accesos.
La bancarrota en 1884 del Ducado de Osuna parece que dejó el castillo sin propietarios oficiales durante largas décadas, produciéndose el expolio de sillares por los vecinos.
En 1917 es declarado Monumento Nacional, y no será hasta los años 1931-1934 que se produzcan las primeras intervenciones de restauración del castillo que se encontraba en estado de abandono absoluto.
Durante la Guerra Civil recuperó parcialmente su función militar, como prisión de los sublevados, como baterías antiaéreas italianas y como puesto de radiocomunicaciones y de control de los movimientos aéreos sobre el ejército republicano por parte de los alemanes.
En 1957 pasa a titularidad del Ayuntamiento, que lo cede temporalmente a la Diputación de Valladolid, la cual instala el Museo Provincial del Vino inaugurado en 1999.
En este último periodo el castillo se ha rehabilitado y abierto al público, continuándose actualmente las obras de restauración de el lado norte del recinto para adecuarlas como patio.
La visita al Castillo de Peñafiel
Como ya he señalado, el castillo que adecuadamente rehabilitado observaremos en la visita corresponde fundamentalmente a la reconstrucción que efectuó don Pedro Girón bajo trazas que podrían ser de Juan Guas.
De las primeras construcciones de los siglos X y XII, construidos por Sancho García y don Juan Manuel, solamente se conserva los bajos del muro exterior de la contramuralla, donde se sitúa la puerta de entrada a la liza (7) y al recinto fortificado.
El Castillo de Peñafiel se alza sobre un cerro testigo a 110 metros sobre el nivel del río Duratón. El río delimitaba al oeste la cerca de la villa de Peñafiel, mientras que por el este transcurre el arroyo Botijas.
Ya desde la lejanía, el castillo sobre el cerro del valle del Duero, es perfectamente visible, lo que significa que, desde él, y desde lo alto de la torre del homenaje, se tiene un dominio visual de gran alcance.
El cerro presenta una superficie plana y alargada de algo más de 200 metros de largo por unos 35 máximo de anchura, en una orientación noroeste-sudeste. Al perfil de esta superficie se adaptó la forma del castillo, donde la edificación en planta ofrece una singular forma de navío, con la punta de la “proa” orientada a noroeste.
Tipología del castillo
En su tipología, se trata de un castillo con cerca, situado en un lateral de ésta en lo alto de un cerro testigo en parte roquero. En su origen fue un castillo de repoblación, posteriormente, en la etapa de Almanzor, de tipo de frontera militar, para retornar a su función repobladora con don Juan Manuel. Alejada la frontera musulmana hacia el sur, pasó a jugar un papel en las luchas interiores en los reinos cristianos. En el siglo XV es reconstruido como castillo señorial. A partir del siglo XVI entra en decadencia al alejarse los intereses de la nobleza hacia la capital del Reino.
Su forma es de adaptación al terreno, con planta irregular alargada. Adosada al muro de poniente en su parte central una gran torre del homenaje divide el recinto en dos.
Toda la muralla del castillo, con adarve, está rodeada por una antemuralla o antemuro con liza. La fábrica es de sillería de piedra caliza de Campaspero, de alta calidad de labrado. Presenta una única puerta de entrada (7) en la zona central de levante, y una poterna (en el vértice norte.
El estilo arquitectónico de la última reforma entroncaría con el gótico italianizante a través del arquitecto Juan Guas. Unos le adscriben a la “escuela castellana” de castillos, y otros a la “escuela de Valladolid”.
Como señala Lorenzo Villena (pp. 104-105) la mayor parte de los elementos añadidos a los castillos señoriales serán puramente decorativos, persiguiendo impresionar a los extraños y alcanzar bellas líneas artísticas. Así los castillos de la mitad del siglo XV se caracterizan por sus altivas y esbeltas torres del homenaje, sus guaitas y torrecillas, sus cintas de matacanes (muchas veces falsos) y el cúmulo de elementos decorativos que aumentan su imponente y majestuosa grandeza. Sin embargo, algunas de estas construcciones señoriales como Coca, Guadamur, Peñafiel, Valencia de Don Juan o Portillo son todavía recias fortalezas de guerra.
Su estado actual es exteriormente íntegro, con perfecta conservación de todos sus muros y de la torre del homenaje. Las construcciones interiores han desaparecido. En el lado sur el patio está ocupado por un edificio exento moderno dedicado a Museo del Vino. El lado norte está en proceso de rehabilitación.
La presencia del castillo sobre el territorio
Si algo caracteriza a la mayoría de los castillos de frontera es su localización en puntos elevados desde los que controlar el territorio circundante, así como las vías de comunicación.
Esta presencia visible a kilómetros de distancia se cumple sobradamente en Peñafiel. La erosión que el río Duero y sus afluentes, en nuestro caso el río Duratón y el arroyo Botijas, dejaron un cerro testigo alargado sobresaliendo unos cien metros. Aquel era el lugar idóneo para que desde los primeros momentos de nuestra historia se localizase en su cúspide alguna forma de fortificación y núcleo de vigilancia.
Las siguientes fotografías nos muestran el castillo montado en el cerro desde distintos ángulos, siempre dominante sobre el territorio.
Perspectiva del castillo desde el lado este.
Entre las murallas del castillo sobresale imponente en el centro la torre del homenaje (1).
La “proa” del extremo norte (5).
El lado de poniente imponiéndose sobre el caserío de Peñafiel visto desde la plaza del Coso. La torre del homenaje apoyándose en la muralla.
La perspectiva desde el sur nos muestra la “popa” del barco (4).
La contramuralla y la muralla: la entrada y la liza
El conjunto es un recinto formado por muralla y torre del homenaje, rodeado todo él de una antemuralla o contramuralla con liza (6). De los extremos del recinto partía la cerca que rodeaba toda la villa hasta el límite del río Duratón.
El recinto exterior tiene unas dimensiones de unos 210 metros por 35 en su parte más ancha, mientras que el edificio del castillo propiamente dicho es un recinto de unos 200 por 28 metros
La antemuralla exterior es la obra más antigua que se conserva, y parece proceder del siglo X de época de la conquista por Sancho García, reconstruida a partir de 1307 por don Juan Manuel, cuando se hizo cargo de Peñafiel. Rodea todo el castillo.
La antemuralla actual es de poca altura y sin ningún elemento constructivo defensivo, lo que lleva a la conclusión de que debía ser más alta para proteger a los defensores y, probablemente, con almenas como en la muralla del castillo.
En el centro del lado de levante se sitúa la única puerta de entrada (7) que tiene el castillo. Adopta una posición cuasi perpendicular al muro, con lo que debía facilitar su defensa en caso de entrada del enemigo por ella.
Tiene forma de arco de medio punto con dovelas y tambores circulares defensivos a cada lado. Las ménsulas sobre la puerta indican que encima se situaba un matacán.
Los tambores podrían acabar de forma similar a las torrecillas almenadas que se observan al fondo sobre la muralla. Ello nos hace ver cuanto más elevado debería haber sido el antemuro.
La antemuralla deja ver la estructura de la muralla del castillo. Forman lienzos rectilíneos con alambor y almenas, en los que se intercalan cubos semicirculares macizos también almenados. Se observan de dos tipos: unos mayores de diámetro, con matacanes y troneras de palo (9), alternados con otros de menor diámetro sin matacán (10).
Las dos imágenes siguientes corresponden al antemuro y la muralla del castillo de la parte sur por el lado de levante.
Adelantando una perspectiva desde la torre del homenaje puede verse la forma constructiva de ambos tipos de cubos. Ambos tipos son cubos macizos, excepto las torres de los extremos.
En los cubos grandes (9) se observa que se trata de un falso matacán, ya que no tiene abertura hacia la parte baja; la presencia de troneras permitiría alojar armas de fuego, cosa que no permiten los cubos pequeños (10).
El extremo sur, la “popa del barco”, forma una estrecha franja en la que se inserta un gran torreón central (4) y dos esquineros del tipo pequeño.
En la “proa” en el extremo norte (5), una pequeña puerta difícil de apreciar desde abajo, hace la función de poterna (8). Correspondería a la segunda única salida al exterior del castillo, ahora tapiada.
El interior del castillo
La segunda formación de murallas que delimita el recinto interior de la fortaleza, está constituida por los 28 cubos almenados de las dos dimensiones distintas que hemos observado con anterioridad, y que se intercalan equidistantemente en el prolongado cerramiento definiendo una sucesión de cortinas también almenadas y transitables en su cumbre a través de un adarve.
Entrada al castillo y a la torre del homenaje
Pasada la puerta de entrada (7) y subidas las escaleras de acceso, una liza de unos 6 metros de ancho rodea todo el perímetro de la muralla interior. Deben recorrerse unos 25 metros en dirección norte hasta alcanzar la puerta de acceso (11) al interior de la fortaleza. Una puerta de arco escarzano con dovelas, flanqueada con dos torreones de defensa y las ménsulas de un matacán sobre ella.
Si recorriésemos la liza, más al norte, y pasado el muro defensivo (12) de la torre del homenaje en el lado de levante, un portillo (13) permitía acceder al interior del lado norte. Por su parte, en el límite de la “proa”, desde la liza se abría una poterna (8), ahora tapiada.
El recinto interior está dividido longitudinalmente en tres partes. En el centro, adosado a la muralla de poniente, el recinto fortificado de la torre del homenaje (1), que delimita dos grandes espacios, uno a cada lado. El lado sur (2), al que se accede por la portada de acceso, daba paso a la entrada a la fortificación de la torre del homenaje (14) y a un espacio rectangular hasta el extremo sur (2), que era el destinado a las caballerizas y guarniciones.
Por su parte, el lado norte (3) forma un ámbito triangular más protegido. A él se llega a través del patio interior de la fortificación de la torre (15), rodeándola exteriormente por el lado de levante, hasta alcanzar el espacio triangular (3) donde se ubicaban los aljibes (17) y almacenes (16). Un portillo (13) permitía acceder directamente a esta zona desde la liza.
La puerta (14) por la que se entra en la zona sur queda cerrada por un grueso muro de sillería con una puerta de arco de medio punto con dovelas y un foso seco, que se debía pasar a través de un puente levadizo, para entrar en el patio de la torre del homenaje (15).
Se conseguía, de esta forma, que la torre del homenaje constituyese un segundo recinto fortificado independiente dentro del otro. Solamente desde este patio se podía acceder al adarve por una escalera de piedra y, desde el adarve al interior de la torre del homenaje.
La puerta del puente levadizo también estaba protegida por un matacán del que, como en las dos puertas anteriores, solo quedan las ménsulas.
El foso, también de sillería, con escarpa y contraescarpa.
Por detrás se eleva la torre del homenaje, con la única puerta de entrada por el segundo nivel.
Lado sur – terraza del Museo
La zona sur (2) que se extiende a la izquierda de la entrada al recinto, frente a la puerta de acceso a la torre del homenaje era la más accesible desde el exterior y, por ello, estaba destinada a caballerizas y guarniciones.
En esta parte de la muralla se sitúan 14 tambores, 1 cubo mayor en el extremo, 4 cubos grandes y 9 cubos pequeños, dos de ellos esquineros en el lado sur.
De este lado sur no queda ninguna edificación, solo los muros interiores de la muralla, dejando un espacio rectangular (2) ligeramente curvado de unos 70 por 12 metros.
Con la última reforma se decidió destinar este gran espacio rectangular a ubicar el Museo Provincial del Vino de Valladolid, inaugurado en 1999.
Se dejó un zaguán descubierto (14) que hace las funciones de zona de recepción y de inicio de los recorridos de la visita al castillo y al museo.
El edificio del museo del vino consiste en un gran cubo de estructura exenta, que deja visibles todos los muros interiores del castillo, como veremos al visitar el museo. El techo del museo constituye una gran terraza transitable a la altura del adarve.
Pasado el puente del foso, en el patio se eleva una escalera exterior de piedra, la única que lleva hasta el adarve, a la terraza y la entrada de la torre.
Pasear por la terraza permite acercarse a la parte superior de los 11 cubos semicirculares de distinto tamaño, que reforzaban la muralla.
Llama la atención, y no soy el primero en observarlo, la diferencia de materiales entres los sillares de piedra caliza y los de conglomerado.
El cubo mayor de este lado (4), al igual que el del lado opuesto (5), contienen un recinto interior con una escotilla en el suelo de la terraza y acceso a un nivel inferior. Estos recintos podían hacerse servir como mazmorras.
Troneras y aspilleras de la parte superior de los cubos y torres.
Desde aquí podemos apreciar uno de los elementos significativos de un castillo de colina: el dominio visual sobre el entorno. La Meseta Norte se hace presente sin ningún tipo de elevación que rompa la horizontalidad del horizonte, y nunca mejor aplicada la redundancia.
La torre del homenaje
Siguiendo el adarve nos dirigimos a la entrada a la torre del homenaje por el único acceso que existía cuando se construyó la fortaleza a través de un portillo en la planta intermedia (18).
Señalemos que en los castillos que se construyeron en la Edad Media la entrada a la torre del homenaje se situaba estratégicamente a un nivel superior, sin ninguna entrada a ras del suelo, usualmente a través del adarve. Fue cuando perdieron su función militar que, para facilitar el acceso a la torre, se abrieron puertas por la parte inferior, como se ha hecho en Peñafiel. (Ver, por ejemplo, el castillo de Peñarroya).
Aunque su planta no responde al arquetipo de la Escuela de Valladolid, su torre del homenaje que separa los dos patios, se ajusta a este modelo.
De planta rectangular, 14 por 20 metros de base, 35 metros de altura y 3,5 metros de espesor,
El interior está formado por tres plantas; la interior y la superior abovedadas y la intermedia con techo de madera.
La planta inferior, o sótano, con bóveda de piedra, sin comunicación con el exterior, servía de almacén.
La planta intermedia, o principal, presenta el techo de madera, sería la sala de recepción.
La planta superior, con techo de bóveda de piedra que sirve de terraza de la torre.
El acceso a las distintas plantas y a la terraza se realiza por una escalera de caracol cuadrada de piedra que asciende por el interior de uno de los muros laterales de la torre.
Un elemento de estrategia constructiva defensiva consistía en que las torres del homenaje, como último reducto de resistencia en caso de asalto, no tenían ninguna entrada a nivel del suelo, sino que se entraba por un nivel superior, siendo el adarve un lugar usual para situar la única puerta de acceso a la torre.
La torre se corona con ocho garitones sobre lampetas en los ángulos y centros de lienzo de muralla, así como almenas y matacanes.
El hecho de que en la segunda y tercera plantas haya grandes ventanales con bancos corridos a cada lado, cerrados con gruesas rejas, demuestra que estas plantas estaban pensadas más bien para ser ocupadas por los señores y no tanto como espacios defensivos. La primera planta no presenta oberturas.
En la fotografía, la cara norte desde el lado norte.
En la reconstrucción efectuada por los Girón, incorporaron su escudo en cada una de los cuatro muros de la torre. El escudo contiene los leones y castillos del reino, más, en la parte baja, una representación esquemática de los girones (jirones) de tela que dan nombre a la estirpe.
En la foto uno de los escudos bajo la lampeta de un garitón típico del estilo de construcción de los castillo-palacio del siglo XV.
La puerta de entrada (18) a la torre del homenaje se sitúa en la segunda planta desde el adarve. Protegida por una doble puerta, en al cubo y en el muro. Obsérvese la pequeña dimensión de la puerta, para hacer más fácil su defensa.
De hecho, la torre del homenaje está organizada como una fortaleza exenta, puesto que, como se ha dicho, su única entrada es esta estrecha abertura en la segunda planta o intermedia.
El salón de la planta intermedia tiene dos amplios ventanales con bancos corridos de piedra, así como un hogar.
Subiendo por la escalera hacia la planta superior aparece una letrina.
Esta última planta tiene el suelo de madera y el techo abovedado que corresponde a la terraza de la torre. Acoge la biblioteca y las oficinas del Museo del Vino.
Banco corrido de piedra adosado a la pared del ventanal.
Lado norte
Como es habitual, la subida a la torre del homenaje justifica su construcción desde la perspectiva de su función de observación estratégica del territorio que la rodea y de vigilancia sobre el propio castillo.
En relación con el castillo podemos ver con claridad las estructuras de sus dos lados
En el lado norte (3), donde se hallaban los aljibes y los almacenes. Esta zona estaba en proceso de rehabilitación y se está adecuando como patio.
Sobre el lado sur (2) se observa claramente la construcción encajada que acoge el Museo del Vino.
El dominio sobre el entorno
Sobre el horizonte, en un recorrido circular, el valle del Duero y la planicie de la Meseta Norte.
A sus pies el caserío de Peñafiel, con la franja de vegetación de ribera que señala el curso del río Duratón, el cual había sido el límite de la cerca medieval por poniente.
A la izquierda la plaza del Coso y, en el centro al fondo, el convento de San Pablo, construido sobre el alcázar de Alfonso X.
Hacia el norte destaca el edificio de la Bodegas Protos. La moderna bodega del año 2008, con una superficie de 19.450 m2, es obra de los arquitectos Rogers Stirk Harbour + Partners y Alonso Balaguer y Arquitectos Asociados.
Descendiendo, alguna saetera y una ventana aportan iluminación en el recorrido por la escalera, ofreciendo, a su vez, espléndidas imágenes sobre el entorno.
Lo fue el sótano para almacén se ha destinado a sala de catas, con presencia de todos los vinos de la provincia de Valladolid.
Como he señalado, se abrió un acceso directo al patio del castillo, lo que facilita la accesibilidad y uso de esta sala, aún cuando romper el aspecto de fortaleza inexpugnable de una torre del homenaje.
Como sabemos, el techo de esta planta es una bóveda de piedra.
Aquí termina el recorrido de la visita, obligatoriamente guiada, por el castillo histórico. Ahora podremos visitar el Museo Provincial del Vino.
Museo Provincial del Vino de Valladolid
La construcción museística es una edificación sobre una estructura exenta, que no modifica el muro interior de la fortaleza y permite observarlo en todo el recorrido.
Como se señala en una información museística, el museo apenas toca los paramentos de piedra, se instala como una construcción exenta compuesta por pilares y vigas de acero y forjados de madera, materiales que establecen una clara diferenciación con los muros que desde el siglo XV conforman el patio del castillo. Además, la ubicación de este Museo en el patio no rompe con la ‘tipología de patio abierto’, ya que desde sus inicios este patio albergaba pabellones para soldados y caballerizas.
El proyecto museístico se presenta en los dos niveles de la edificación a través de vídeos, paneles, un mostrador de aromas, mapas, recreaciones… para poder viajar a través de la historia del vino, aprender de la vid, la crianza y reserva, la mitología, la historia, las fiestas, la arquitectura popular, las denominaciones de origen, la gastronomía…
Una maqueta del castillo preside la recepción.
En los muros pueden observarse los mechinales que debieron corresponder a soportes de las construcciones medievales de caballerizas y alojamientos.
Estamos frente al interior del muro sur, con un acceso al cubo mayor de este lado.
Una carpa, con el nombre “La Cúpula el alma del vino” está destinada a una proyección de todo el proceso del vino. Por motivos sanitarios estaba clausurada.
Fin de la visita
Hemos visitado uno de los castillos exteriormente más completos y mejor conservados de España.
Desde la Alta Edad Media, el castillo de Peñafiel a pasado por todas las fases de readaptación a los procesos históricos que se produjeron en la Península después de la llegada musulmana: frontera, señorío, palacio y, hasta terminar, de momento, como pieza turística y museo de una de las excelencias del territorio: el vino.
Pasar por su lado ejerce un influjo tan potente que es muy difícil resistirse a ascender hasta sus murallas y, ni que sea, admirarlo desde el exterior.
Bases de información
Webs
Webs academic
Asociación Histórico-Cultural Torre del Agua de Peñafiel (2017): Boletín informativo nº 11
José de Pazos y Vela-Hidalgo (1880): Peñafiel. Memoria histórica
Arturo Balado Pachón, Consuelo Escribano Velasco: Castillos de las Fronteras
Diputación de Valladolid: Guía de los Castillos en la provincia de Valladolid
Leonardo Villena: El Castillo Español
José Miguel Muñoz Jiménez: Castillos señoriales nobiliarios y episcopales en Castilla-La Mancha (siglos XIV y XV)
Fernando Cobos Guerra, Manuel Retuerce Velasco (2011): Metodología, valoración y criterios de intervención en la arquitectura fortificada de Castilla y León